domingo, febrero 05, 2012



El espíritu del último verano,
Barcelona, Edebé, 2011.



Fran sueña con su abuela y ese sueño tan perturbador remueve su alma. Tanto es así que decide volver al escenario de su infancia, a la Casa del Árbol, aunque seis años son muchos años y, a menudo, lo mejor del pasado está, precisamente, en la memoria.
El espíritu del último verano, premio Edebé de Literatura juvenil 2011,  juega con los valores simbólicos, pero de una manera realista porque, a menudo, la verdadera magia se esconde en lo cotidiano. Todos los años, durante el verano, la familia de Fran se trasladaba a la casa de los abuelos, a la Casa del Árbol y allí Fran, el niño y el adolescente que fue –y que sigue siendo en el recuerdo- se sentía libre y feliz. Nada hacía presagiar que, las últimas vacaciones serían distintas y, sin embargo, lo fueron, de ahí el título del libro.
La novela puede calificarse de novela iniciática e intimista, aunque es mucho más que eso, porque Susana Vallejo le añade elementos de novela de intriga lo cual hace que se lea de una manera rápida, a un ritmo casi trepidante. Se describen las aventuras típicas de los jóvenes, con paseos en bicicletas, con excursiones familiares, con primeros amores –y amores al margen de las convenciones sociales-, aunque la autora se apoya en bases mucho más sólidas como son el recuerdo y el paso del tiempo. Así, la novela presenta una doble línea temporal, por un lado, el Fran adulto, el Fran actual que vuelve al escenario de su infancia y, por el otro, lo vivido durante aquel extraño verano en que murió su abuela Flor.
Ese último verano la familia de Fran siguió mostrándose tan excéntrica como siempre y siguió funcionando del mismo modo. Su abuela, incluso, presidió una sesión de espiritismo, a las que tan aficionada era, en la que se anticipó la muerte de alguien de la familia, de alguien cuyo nombre empezaba por “F”. Muchos eran los candidatos, pocos los elegidos.
Por otra parte, en el relato se cuenta una aventura tan extraordinaria como es el hallazgo de un documento que los lleva a la pista, a la pista del tesoro de la Reina Mora. Los jóvenes, Fran, Alba y Feli, se entregan en cuerpo y alma, secundados por los adultos, a ese misterio y están al punto de descubrirlo. Al punto. En realidad, los abuelos, Ricard y la propia Flori, han sido los hacedores de la aventura y se lo han pasado muy bien haciendo que los chicos vivieran apasionadamente ese verano. El último.
Susana Vallejo escribe con garra, con fuerza, lleva al lector del remanso emotivo a la aventura en esta puro, de la realidad a la Edad Media, de la magia a la cotidianeidad. La novela se lee sabiendo el final, pero ignorando cuál es el secreto de la Reina Mora. Solo Fran averigua, tras 6 años, en una casa que va a ser demolida, cuál fue ese secreto y cuál fue el mensaje de la abuela. Solo él lo ha entendido.
La Casa del Árbol, según cuenta la autora, existió. También existen los lugares que se describen en el texto y el castillo de San Iscle se puede visitar en Barcelona. Ahora bien, la autora los reviste de esa aureola entre mágica y legendaria que hace que parezcan lugares inventados y, en parte, lo son porque en el relato aparecen tamizados por el subjetivismo del narrador.
El espíritu del último verano, en suma, es una novela conmovedora que tiene el don de unir a lectores de todas las edades porque, todos, en algún momento, se sentirán identificados con ciertos personajes. Es un relato limpio, escrito en primera persona, que traza una especie de círculo temporal en el que Fran es el destinatario. Fran que ya no es un adolescente, Fran que ha madurado, siente la necesidad de volver a su infancia y encuentra muchas respuestas. Su Arcadia va a desaparecer físicamente, no su espíritu… ése inunda todas las páginas del libro, sacude al lector y hace revivir –que es vivir dos veces- a Fran.

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