domingo, mayo 31, 2015





Entre tonos de gris,
Ruta Sepetys
Maeva, 2011.

Entre tonos de gris es un relato que te golpea desde el principio, aunque eso no te impide seguir leyendo porque la historia es una suplica, un grito, una denuncia y un clamor que a nadie puede dejar indiferente. Buena prueba de ello son las cantidad de reseñas o de comentarios que ha provocado el libro.
Ambientado en la II Guerra Mundial, en 1941, narra las penurias de un grupo de lituanos que fueron arrancados de sus casas, por el ejército ruso y enviados a un destierro brutal, en Siberia. Poco se sabe de este éxodo masivo y muchas han sido las voces que han querido callarlo, pero la represión de Stalin fue brutal y no tuvo nada que envidiar a la de Hitler. Por eso son buenos libros como este que te sacuden por dentro y te impiden olvidar. No hay que olvidar, que el olvido trae tempestades e ignorancia.
La joven Lina, de 15 años, con toda una vida por delante, es enviada, con su madre y su hermano pequeño, a un campo de trabajo. Su padre, profesor universitario, ha sido también represaliado y confinado en otra cárcel. Lina tiene una manera de expresar ese dolor y la sinrazón de lo que sucede y es a través de sus dibujos. Admiradora de Munch, Lina logra dibujar, en condiciones precarias, y deja todo un testamento gráfico para que las generaciones venideras no lo olviden
El libro está escrito en primera persona e intercala recuerdos del destierro con otros momentos felices de la vida de Lina que le permiten seguir adelante.
Lo peor y lo mejor del ser humano aparece en Entre tonos de gris. Con otro grupo de deportados, Lina y los suyos,  logran crear algo así como una familia, aunque en condiciones extremas. Y en ese momento cuando la generosidad o el absoluto egoísmo aparecen.
La pequeña esperanza, el deseo de mantener un orden y una normalidad pese a la brutalidad externa, la búsqueda de noticias, el saber qué ocurre, el amor y el dolor, la amistad, el odio y la barbarie aparecen por las páginas de este relato que, insistimos, se lee con rapidez, con vértigo, con dolor, con angustia, pero con emoción porque Lina es una muchacha luminosa, que sigue adelante y quiere, pese a todo, seguir viviendo.
El relato se organiza en capítulos breves que van, poco a poco, trazando el plano de un episodio, no tan lejano en el tiempo, que debería avergonzar a la humanidad.
Como ocurre con la buena literatura, no hay una edad de lectura marcada, porque Entre tonos de gris no tiene edad y cualquier lector sabrá empatizar con Lina y con la dramática historia que cuenta sin aspavientos, con realismo, ahondando en la psicología y contemplando con piedad al ser humano, incluso al enemigo. Y esa es una virtud insuperable.

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