domingo, enero 10, 2016



El robo de la Gioconda
Ana Campoy, Edebé, 2015.
(Las aventuras de Alfred & Agatha, 8)


A menudo, la ficción es tan poderosa como la realidad e, incluso, más. Todo depende de la imaginación y de la creatividad que tengamos. ¿Qué nos impide creer que Agatha Chrostie y Alfred Hitchcock se conocieron? Coincidieron cronológicamente y, si hubiesen sido amigos, tal vez habrían vivido las aventuras que propone Ana Campoy o quizá su amistad se habría canalizado por otros derroteros. El caso es que Ana Campoy tuvo la feliz idea, hace algún tiempo, de unir a estos dos magos del suspense, pero no de adultos, sino de niños. La infancia es el terreno más fértil y es capaz, si recibe el abono necesario, de dar grandes frutos como la alianza entre estos dos niños, Alfred y Agatha que se unen y crean la alianza Miller & Jones con la que desvelan grandes misterios de la época.
En esta ocasión, ya en el número 8 de la colección, los dos personajes han crecido, han madurado y han alcanzado una sólida amistad porque se conoce muy bien y son capaces de superar sus propias limitaciones para ayudar al otro. No nos olvidemos de otro personaje importante, Morritos, la perrilla sabuesa que los acompaña.
El padre de Agatha viaja a París para tratar de mejorar su negocio relacionado con el arte, aunque acepta la compañía de su hija y del amigo de esta. Las descripciones del París de principios del S. XX son precisas y recrean muy bien la época de la bohemia. Ana Campoy complica más la acción cuando, aprovechando el escenario y el momento histórico, acude a otros dos grandes genios del momento, el cineasta G. Méliès y el pintor Pablo Picasso. El cineasta no está pasando por muy buen momento económico, aunque acoge con amabilidad a Alfred y, de nuevo, se establecen contactos entre el pionero en el cine y un gran director en potencia, como es A. Hitchcock quien ya demuestra estar muy interesado por el séptimo arte. Picasso, por su parte, es un joven pintor que malvive como puede, que aún no es reconocido y que hace gala de un humor bastante singular.
Por si fuera poco, la autora escoge el año 1911 que fue cuando se sustrajo el célebre cuadro de la Gioconda del Louvre y Picasso fue acusado del robo. Pues bien, Miller & Jones se van a encargar de solucionar ese caso y lo harán a base de deducciones, entrevistas a posible informadores y alguna que otra casualidad. Al final, nada es lo que parece y la solución señala hacia un personaje, en principio, impoluto e inocente, pero que sea el lector quien lo averigue.
La novela se estructura en 13 capítulos más un epílogo y, en tercera persona, va desgranando, despacio, con detalles, con pistas, con descripciones singulares y muchas notas de humor, un caso que gustará a los pequeños lectores pero también al lector adulto ya que nos sumerge en una época fascinante.
Para escribir El robo de la Gioconda, Ana Campoy ha realizado una notable labor de investigación puesto que, al lado de personajes de ficción, sitúa a seres reales, en su ambiente y en su época y les hace vivir situaciones verosímiles, muy bien ambientadas y respetuosas con la historia.
La novela puede leerse con independencia del resto de aventuras protagonizados por los dos niños, aunque, con seguridad, quien la lea y no conozca el resto querrá sumergirse en  toda la serie. 

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