viernes, julio 22, 2016

El gas del olvido,
Fernando Lalana-José Antonio Videgaín,
Edebé, 2010

El gas del olvido es, sin duda, una lectura muy recomendable para el verano. Contiene todos los ingredientes para enganchar al joven lector (a partir de 12 años). Es una novela de acción, de misterio, de humor, de emociones y de afectos familiares. ¿Qué más podemos pedir?
En esta ocasión, Raúl, el protagonista, se las prometía muy felices pensando que iría a veranear a Salou, pero no. Su abuelo comienza a padecer periodos de amnesia y toda la familia se traslada al pueblo, Secarrazos, a pasar un verano bastante más movido de lo que pudiera parecer en un principio, sobre todo para Raúl. El nombre de Sacarrazos, cargado de ironía, ya indica cómo debe ser el lugar.
Ni el abuelo es un anciano, ni sufre de desmemoria; ni el psiquiátrico en donde está internado es un centro de salud mental ya que, entre el asombro y la perplejidad, conforme vayamos leyendo descubriremos que el pueblo se formó alrededor de una base secreta de misiles, organizada en la época de Franco y que el abuelo, don Matías, era uno de los agentes secretos más brillantes. Ahora, comienza a haber problema y la antigua responsable del complejo, Úrsula Sandoval, aparece con otros planes.
El abuelo sufre de amnesia a causa de un gas que le están haciendo inhalar, el gas del olvido, para que  no separ ni quién fue ni qué puede pasar si se activa la base de nuevo. No contaban con la audacia de Raúl ni la inteligencia de eme-eme, Matilde, la compañera empollona de Raúl que también veranea en el pueblo. En principio Raúl y Matilde no se toleran, son opuestos, pero, poco a poco, se van acercando y entre los dos surge una amistad y algo más. Esa es una fórmula a la que suele acudir Fernando Lalana y que le da muy buenos resultados.
El libro va lanzando pistas constantes que no se resuelven hasta casi el final, como la importancia de  La isla del tesoro para desbaratar el plan de Sandoval o los juegos con el santoral y varios elementos más, como el café que es el antídoto contra la desememoria.
Otro elemento interesante es la estructura, el libro se inicia en el día cero y acaba en el día setenta y siete. Se divide en cinco capítulos de extensión desigual y está narrado en primera persona por el propio Raúl. 
El final es ciertamente inesperado y lo dejamos abierto para que el lector sea quien lo descubra. Surgirán, entonces, nuevas preguntas. No hay duda.
En definitiva, un libro divertido, escrito con gracejo, lleno de elementos orales, con muchos diálogos y un gran sentido del humor.

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