viernes, agosto 19, 2016

E
Emilio,
Tomi Ungerer, 
Kalandraka, 2016

Emilio es un clásico de más de cincuenta años que sigue sorprendiendo por las aventuras que narra y por sus ilustraciones. La historia es más que apropiada para los calores estivales puesto que narra las aventuras de un pulpo, Emilio, solidario y comprometido con su sociedad.
No es la primera vez que el autor escoge a un animal como protagonista. Ya en Críctor fue una boa y en Adelaida una cangura. En esta ocasión, el buen Emilio salva a un buzo del ataque de un tiburón y decide formar parte del mundo humano prestando sus servicios como socorrista y como colaborador de la policía para capturar a unos delincuentes. 
Emilio se muestra físicamente como un pulpo real, pero, emocionalmente, tiene cualidades humanas. Es valiente, noble, simpático y amable. Bien, son cualidades humanas que no todos los humanos, por desgracia, tienen; de ahí el contraste que se establece entre el mundo animal, a menudo, mucho más noble que el de las personas.
El relato está lleno de humor, de alegría y también contiene, dulcificadas, notas de crítica que se leen entre líneas, aunque, en este caso, es el lector adulto quien lo percibe. El texto, sencillo y ameno, va contando una historia con principio y fin. Emilio decide volver a su espacio natural, aunque sin olvidar al buzo al que salvó la vida con quien juega largas partidas de ajedrez.
En cuanto a las ilustraciones, verdes y ocres, hace falta advertir que necesitan una lectura atenta porque están repeltas de detalles y de humor, sobre todo, las escenas en las que Emilio ejerce de socorrista en la playa, con los distintos tipos de bañistas, o esa ilustración final en la que Emilio y el buzo juegan al ajedrez en la que se supone que es la casa del pulpo que tiene, atención, como mascota un pez en una jaula.
Los pequeños lectores, desde cinco años, van a divertirse con este pulpo afectuoso y van a observar que la gratitud y la generosidad son cualidades en alza...o deberían serlo.
Emilio, con sus ocho brazos, es el aliado perfecto del bien. No duda en ayudar, pero sin mostrarse soberbio ni superior.
Si los niños de la generación de quien escribe estas líneas ya disfrutaron de Tomi Ungerer, ahora toca a los de la actualidad quienes necesitan buenas lecturas, que les ayuden a crecer, a imaginar. a ser libres  y autónomos como Emilio quien decide, finalmente, volver a casa. Y nadie le obliga a quedarse, aunque, eso sí, le brindan una fiesta de despedida.
El texto se puede leer también en catalán, gallego y postugués.


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